Fórmula Uno
Fin de fiesta con el sello
de Flavio Briatore
Por Carlos R. Capdevila
La Fórmula Uno Internacional terminó otra temporada dentro del mismo marco multiestelar que la ha caracterizado en los últimos años, especialmente con la mira puesta en nuevos mercados emergentes que puedan proveer cada vez más dólares (mejor euros, por favor), aunque sin descuidar la competición propiamente dicha. El rumbo parece ser el adecuado porque –dejando de lado la pecatta minuta-- los resultados han sido óptimos y cada uno de los flamantes escenarios que ingresan al tour agregan excelencia por donde se los mire.
En estos días, además, están comenzando a confirmarse los integrantes de cada escudería y mientras en una punta giran cifras tan elevadas que cuesta entender cómo funciona el sistema, en la otra se advierte la desazón de quienes quieren ingresar y no logran hacerlo porque no cuentan con sponsors muy solventes, aunque condiciones les sobren. Los cambios de equipo de los top drivers, por otra parte, aportan la cuota de curiosidad y de renovado interés por comprobar el funcionamiento en pista del nuevo diagrama.
Qué hará Fernando Alonso en el cockpit del alicaído McLaren-Mercedes Benz? Logrará Kimi Raikkonen reemplazar con el paso del tiempo al carismático Michael Schumacher en el corazón de los tifossi? Obedecerán rigurosamente los segundos pilotos el orden de prioridad de cada team? Será finalmente 2007 el año de los coches y motores japoneses? Se producirá el esperado y casi necesario resurgimiento de BMW? Cómo será la participación de un joven talentoso de raza negra en la Fórmula Uno?
La cuestión es que siempre hay motivos de interés, razones para entusiasmar a los aficionados a la máxima categoría del automovilismo mundial y temas para discutir en las mesas de café, frente a las pantallas de los televisores o en cualquier otro lugar.
Pero hoy quiero referirme a un personaje a quien no parecen las crónicas periodísticas darle el crédito que merece su casi silenciosa labor: Flavio Briatore.
Lo tengo muy presente porque cuando la casa Benetton decidió lanzarse a la temeraria aventura de participar en la Fórmula Uno, eligió a este ejecutivo que se había destacado en el directorio de la empresa pero no registraba antecedentes en un ambiente tan competitivo, voraz y exigente. Sin mostrar la menor vacilación, se sumergió en los pits y en la compleja tarea de coordinar el funcionamiento de un equipo, mientras “los que sabíamos mucho” nos preguntábamos con equivocada solvencia: Y éste, qué se cree?
Eligió para equipar sus autos los entonces todavía temibles motores Ford Cosworth y pasó luego a las unidades motrices Renault en 1995. En esos tiempos escogió a un joven talentoso llamado Michael Schumacher para conducir sus coloridos y juveniles autos, con los resultados que ya todos conocemos (dos títulos mundiales consecutivos) pero que a muchos sorprendieron. Es que a poco de asumir como “capo-squadra”, Flavio Briatore se destacó como uno de los más cerebrales e inteligentes.
Nadie puede negar a esta altura de la historia que el alemancito que llevó al team Benetton era un superdotado, pero pocos recuerdan hoy que mucho tuvo que ver el italiano de Benetton en el rápido ascenso del heptacampeón mundial.
Once años después, la historia se repite casi en idénticos términos aunque cambiando el protagonista: Fernando Alonso, joven asturiano exitoso en España y figura descollante en las categorías que lo contaron como participante desde el karting (igual que Schumacher), bajo la tutela de Flavio Briatore (igual que Schumacher) logró dos campeonatos mundiales seguidos de Fórmula Uno (igual que Schumacher) y luego partió hacia horizontes más atractivos para cualquier conductor (igual que Schumacher).
La diferencia está en que eligieron equipos distintos, pero Alonso fue a un team que viene padeciendo desde hace algún tiempo la falta de competitividad y de resultados (igual que Schumacher cuando tomó el desafío de ir a la entonces desorientada Ferrari).
Un aspecto formal o tal vez de perfiles éticos divide la actitud de uno y otro. Schumacher pasó a la casa de Maranello en términos “normales”, en tiempo y forma; en cambio Alonso anunció su pase apenas logrado su primer título mundial, lo que produjo una situación innecesariamente incómoda para todos. De todas maneras –es justo reconocerlo— bajo tales circunstancias igualmente logró el nuevo campeonato.
¿Estamos ante otro Michael Schumacher? ¿Además de ser un conductor excepcional, tendrá Alonso la capacidad de mejorar un auto indócil y de resultados desalentadores en los últimos tiempos, tal como lo hizo Schumacher al pasar a Ferrari?
Seguramente hay más preguntas flotando en el ambiente; seguramente el interés crecerá antes de la primera carrera de 2007; seguramente se dará adecuado colorido a las distintas historias para que la ansiedad de los aficionados vaya in crescendo, tal como lo sabe hacer tan bien la categoría; seguramente, los que disfrutamos de este automovilismo tan especial, viviremos una temporada distinta, con sus características propias, pero no menos apasionante.
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